lunes, 10 de enero de 2011

Mi tango



Enamorémonos por una hora, por media, por unos minutos...simplemente, mientras dura esta canción, hasta que el tango se acabe. Entra en la habitación, quítate los zapatos, déjalos en un rincón, descálzate con suavidad, que tus pies sientan la rojiza y vieja madera sobre la que se apoya.

Acércate a mi, mírame como si me conocieras, como si me quisieras, que tus ojos compartan una intimidad llena de colores y matices, pero no hables, no rompas la magia con la que las palabras silenciosas nos envuelven. Agárrame de la cintura, que tu mano firme arrugue con delicadeza los pliegues de mi vestido; llévame al ritmo de la música, que la intuición sirva de compás, dejemos fluir los acordes de la música, perdámonos en ella.

Mírame, mírame y escóndete en mis pupilas para luego viajar lejos, inventemos historias de enamorados sin mover los labios, juguemos a ser la pareja perfecta que se conoció en París y que ahora comparte un baile vespertino. Y cuando la última nota anuncie el final, desenrédate de mi cuerpo con cortesía, coge tus zapatos del rincón, cálzate sin hacer ruido ni preguntas y vete; vete y guarda todo bajo llave en una pequeña caja de hojalata, porque, ahora, de nuevo soy una simple desconocida. 


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